De pronto algo más me llamó la atención: una persona parada. Yo le llamaba pero sólo recibía silencio. Seguí insistiendo, pero nada. Al poco rato me acerqué y lo que vi me congeló. Mi respiración se aceleró a mil por hora: era un zombi siguiéndome, lo tenia tan cerca que sentía que no iba a salir de ahí. Súbitamente recordé aquella belleza, de un estirón alcancé el arma y de un solo disparo derribé al zombi.
La sensación en mis manos, mi cuerpo y mi alma era asombrosa, no podía creer lo que había hecho, la adrenalina estaba hasta el máximo después de encontrarme con una manada de personas hambrientas de carne y sangre.
Luis Alberto Cruz Rojas
No hay comentarios:
Publicar un comentario